¿Qué
cosa ha crecido?, ¿dentro de quién?
Cuando
recuerdo mi pasado me doy cuenta de que siempre me he preguntado si lo que
estaba haciendo en determinado momento de mi vida estaba bien y si eso que
podía o no estar bien definía quién era o en quién me convertiría. No puedo
recordarme siendo alguien, sino preguntándome si me estaba convirtiendo en mí
mismo.
No
quiero escribir sobre cosas reales. No puedo escribirlas porque no puedo
recordar el sendero de mi desplazamiento. No puedo explicar si me equivoqué o
si hice algo bien. ¿Bien respecto de qué? Tienes un accidente en el que casi
pierdes el dedo, mal; Vas al hospital donde te atiende un médico con el que
luego tendrás uno de los mejores caches de tu vida, bien. El mismo médico tiene
una obsesión sexual con los cuerpos mutilados y te jura que no hay nada que
hacer, que vas a perder tu dedo, tu mano, tu brazo, que él te quiere así, que
todo va a estar bien. Y acaso lo esté, quién sabe. Y si pudieras saberlo, ¿para
qué querrías saberlo? Morir con la certeza de que hiciste las cosas bien ¿Estuvo
bien que acabase el colegio a los 15 años, sin pena ni gloria, sin idea alguna
sobre hacia dónde me convenía dirigirme? ¿Por qué recuerdo ese momento ahora y
no otro? “Me convenía dirigirme”… como si alguna dirección fuese en realidad
más conveniente que otra.
Existen
ideas grandes, ideas que pesan y se cierran sobre uno, sobre la totalidad de lo
que uno cree en determinado momento que es su mundo. ¿De qué color son las
ideas convenientes? Uno tiene 15 años y se sienta en el micro, voy y vengo del
colegio como todo el mundo, y sin embargo las ideas son grandes, pesan. Esta es
una idea conveniente: llegar a la casa, quitarse el uniforme para que no se
maltrate ni arrugue, mantener contenta a mamá, o al menos no entristecerla pues
eso no le conviene a nadie. Ir a comprar el pan para el lonche con la certeza
de que el que mamá no se entristezca le conviene a todo el mundo. Si mamá se
hubiese puesto triste no me hubiera mandado a comprar pan para el lonche,
estaría en su cuarto mascando su cólera, me hubiera largado a mi cuarto y el
panadero dejaría de percibir estos 50 céntimos, ínfimo vehículo de la felicidad
humana.
Mamá
no se va a entristecer si limpio la casa, barro la escalera, recojo la ropa. Va
a llegar, va a ponerse a limpiar algo que me olvidé de limpiar y si escucha
cualquier cosa que le diga entonces habrá lonche. Así actúa su corazón, se
infla y se desinfla a ritmos conocidos que puedo modular. Es una gran cosa dar
con estas lógicas. Y sin embargo, no he podido hasta ahora dar con la lógica
propia. Poder decir “así actúa mi corazón”. El corazón inquieto se enfría
cuando se abre a un deseo vacío. El corazón tibio se agrieta si se agita en una
mano espinosa. Y sobre esto tampoco hay modo de que pueda recordar algo cierto
o real. Una duda altamente establecida, como un par de ojos amarillos a la
espera de alguien a quien sorprender malignamente.
1 comentario:
Max deberías seguir escribiendo, me identifico con la percepción de evitar la tristeza a la mamá (creo que así andamos muchos y muchas). Escribir ya es un acto de valentía.
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